Han pasado muchos años desde el 12 de abril de 1889, día en que se constituyó en Piacenza el Comité Central de la Asociación de Patronato para los Emigrantes, asociación que, siguiendo el ejemplo de la alemana, tomaría el nombre de San Rafael. El Instituto de sacerdotes dispuestos a ir entre los emigrantes en América llevaba ya casi dos años en funcionamiento, instituto o asociación que Scalabrini definió en el primer reglamento como Congregación de Misioneros, pero que tras su muerte se convertiría en Pía Sociedad, para volver a recibir el nombre de Congregación en 1969. Sin embargo, es importante subrayar que la idea inicial de Scalabrini era crear comités de sacerdotes y laicos que se interesaran por los emigrantes. La referencia a los laicos ya estaba expresada en el primer escrito de Scalabrini sobre la emigración, donde decía que los emigrantes tienen «necesidades morales y materiales y me gustaría que surgiera en Italia una Asociación de Patronato, que fuera a la vez religiosa y laica, para que respondiera plenamente a esa doble necesidad». El componente laico fue eliminado más tarde del proyecto inicial porque no había obtenido la aprobación de la Santa Sede, pero la necesidad de que los laicos participaran en la misión con los emigrantes no decayó en la mente de Scalabrini, que incluso lo proveyó con la creación de la San Rafael.

¿Por qué volver a recordar una institución que sólo permanecería activa poco más de treinta años? No es sólo una cuestión de memoria histórica. En efecto, se cumplen cien años del cierre de la oficina de la San Rafael en Nueva York, la más importante y la más activa, así como la última de las oficinas, puesto que la de Génova ya había sido cerrada y la de Boston continuaría un poco más, pero bajo otra forma y otro nombre. Se trata ante todo de mantener vivos los aspectos esenciales del pensamiento del Fundador, adaptándolos naturalmente a los nuevos tiempos y necesidades.

Tras la breve pero merecida experiencia de la San Rafael, la colaboración entre misioneros y laicos al lado de los emigrantes no ha terminado ciertamente. Es una colaboración indispensable y congénita en todas las iniciativas pastorales con los emigrantes. Al contrario, la teología, sobre todo a partir del Vaticano II, ha llegado a reconocer el papel específico y activo de los migrantes en la misión y, por tanto, a hablar de «missio migrantium».  Sin embargo, ha habido momentos en la historia en los que se ha formalizado el papel de los laicos. Un período fructífero, con iniciativas concretas en California y Australia, fue la transposición del modelo de Acción Católica entre los emigrantes. Esas iniciativas siguen vivas. En los años 50 y 60, se intentó crear los Auxiliares de las Misiones Scalabrinianas para Emigrantes (AMSE). Con el impulso del Capítulo General de 1992 se prestó una nueva atención a los laicos, estableciéndose en todas las provincias diversas formas de agregación de laicos scalabrinianos, a veces con formación y compromiso específicos, que también podían desembocar en un voluntariado para dedicarse a las misiones Scalabrinianas. En 2005, cien años después de la muerte del Fundador, se organizó también una conferencia internacional del laicado Scalabriniano. Sin embargo, no se puede ignorar que las diversas iniciativas han tenido dificultades para despegar y que los laicos que han seguido viviendo su pasión por el mundo de las migraciones son, por lo general, grupos reducidos. Al mismo tiempo, no se puede pasar por alto la atención a la importancia y especificidad del papel de los laicos, no en un sentido instrumental -porque pueden sernos de ayuda-, sino reconociendo la dignidad y autonomía de su vocación, eliminando los obstáculos que no les facilitan vivirla.

A veces parece difícil identificar los ámbitos específicos en los que los laicos pueden invertir sus energías y competencias. En realidad, el campo de trabajo es muy amplio y podemos retomar algunos aspectos del pensamiento del Fundador, dejando de lado aquellos planteamientos que eran típicos de su tiempo y que sería anacrónico esperar que fueran distintos. En particular, cien años después podemos retomar algunos puntos del estatuto de la San Rafael, al que también contribuyó significativamente el gran sociólogo beato Giuseppe Toniolo.

– Presencia en los momentos cruciales del proceso migratorio. La San Rafael desempeñó su función más eficaz estando presente en los momentos en que los migrantes eran más vulnerables: en los puertos de embarque y desembarque. A veces, como en las dos orillas del Mediterráneo, esta necesidad sigue existiendo, quizá en formas aún más dramáticas dada la preponderancia con que los migrantes y solicitantes de asilo buscan el servicio de traficantes y mafias del tráfico de seres humanos. Los barcos se han convertido en balsas, y aunque no se trate de cruzar un océano, los naufragios son aún más frecuentes. Otras veces los puertos se llaman fronteras y las travesías tienen lugar en la selva o el desierto. Ciertamente, no seremos nosotros quienes solucionen un problema que no resuelven las organizaciones internacionales ni los gobiernos, pero con los laicos podemos pensar en una presencia que marque la diferencia para alguien.

– La dimensión política de la implicación.  La San Rafael demostró su eficacia a la hora de ayudar a los inmigrantes a desenredar los trámites burocráticos y conseguir protección legal. En particular, contribuyó decisivamente a mejorar la ley italiana de emigración. Scalabrini nos enseña que la asistencia social a los emigrantes tiene una dimensión política. Los laicos tienen un papel específico en el diálogo con el mundo político y asociativo y ya lo están desempeñando, pero hay espacio para una presencia más articulada y orgánica, que mantenga su propia identidad pero esté dispuesta a colaborar. Es el estilo de Scalabrini, que en un momento de hostilidad entre el Estado y la Iglesia escribió al senador Bodio: «trabajaremos juntos por el bien de los emigrantes».

– Acompañándoles hasta su integración en la sociedad. También en este aspecto, muchos emigrantes se han beneficiado de los servicios de la San Rafael y es mucho lo que se ha hecho en este ámbito en la congregación en los últimos cuarenta años, gracias sobre todo a las casas de emigrantes y a los centros de acogida, donde no sólo se da la bienvenida a los emigrantes, sino que se les ayuda a encontrar un lugar en el mundo del trabajo y de la sociedad. He aquí un espacio donde los laicos pueden actuar con competencia y autonomía.

– Acompañamiento cultural. Scalabrini, que veía difícil mantener la fe sin cultivar también el sustrato cultural, previó la implicación directa de la San Rafael en la escuela para emigrantes en el extranjero. Se trata de un ámbito en el que la San Rafael no fue eficaz, pero en el que se han llevado a cabo numerosas iniciativas a lo largo de la historia de la congregación. Hoy esto se traduce en una implicación en el mundo de la comunicación y de los centros de estudio e investigación. Toniolo, al crear la Unión Católica de Estudios Sociales, inscribió a Scalabrini como miembro honorario. Es nuestro deber seguir promoviendo este campo ampliando la red de laicos que pueden contribuir a él.

– El ámbito ético-religioso. Se trata de un ámbito en el que los laicos siempre han estado implicados, aunque quizá no siempre hayamos sabido reconocer la especificidad de su contribución. En un tiempo de transformación como el que estamos viviendo, nos corresponde reconocer y alentar el papel de los laicos en la misión, especialmente de los propios emigrantes y de los que han sido emigrantes. También es nuestro deber tener la amplitud de miras de Scalabrini, que añadió expresamente en los Estatutos de la San Rafael que la asociación también estaba abierta a los no católicos.

Scalabrini era un hombre práctico, más interesado en resolver problemas, en ayudar concretamente a la gente, que en detenerse en debates. Hoy en día, la emigración atrae tantas palabras y tantos debates sin aportar soluciones a quienes todavía se dejan llevar por la desesperación. A los laicos que han visto esa desesperación y están dispuestos a compartir la visión de Scalabrini, les ofrecemos la posibilidad de hacer una contribución, su contribución, en la autonomía de su vocación y respetando sus competencias.